lunes, 8 de enero de 2018

Confesiones de un joven problemático

           Terraza del Hotel Samarkanda, Colin Campbell Cooper (h. 1923)

Recuerdo
con especial nostalgia
los veraneos junto al mar en mi niñez.

En aquel tiempo
venían a visitarme mis papás
casi todas las tardes,
                                       y mamá
–ella prefería al rubio; yo al moreno–
los recibía en la sala si llovía,
o en el jardín cuando hacía sol
–muy pocas veces.

Allí se demoraban dulcemente
mirándose a los ojos, conversando
de sucesos banales,
como si no quisiesen
profanar con palabras 
lo que en sus corazones existía.

Después se retiraban a la alcoba,
y me dejaban solo,
entre las rosas,
o en el diván granate del vestíbulo,
con un nuevo juguete que pronto me aburría.

¡Qué momentos tan tristes y tan largos
fuera de su ternura y sus desvelos!
Han pasado los años
y, aunque sé que es locura,
aún espero que salgan, sonrientes,
y compartan conmigo, igual que entonces,
la alegría final
de los últimos brindis y los últimos besos,
que ponía en el aire sombrío de la casa
un irreal resplandor,
alto e intenso
como la luz efímera que dora los crepúsculos.

No es complejo de Edipo lo que tengo
–dice el doctor–, sino de Cleopatra. 

Ángel González
( Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan, 1977)

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