sábado, 30 de mayo de 2015

XII

                            Efecto mariposa, Anastasiya Markovich (2008)

llegaste un mes de abril,
en plena exaltación de los diluvios,
y el mundo se tiñó de mariposas.
no he podido olvidar tus ojos grandes,
cuajados de cometas,
y tengo todavía entre mis labios tu beso más antiguo.
era el tiempo del trigo,
de los armiños muertos,
de las manos fecundas por la lluvia.
los ángeles llevaban en sus pechos doce palomas y un recién nacido
y atacaban con odio a los profetas que auguraban desiertos.
qué importaba la ausencia de los mapas,
qué si jamás habíamos viajado por montañas salvajes.
quitadme los zapatos y bailaré con ella.
quitadme los sombreros y elevaré sobre los cielos el cáliz de su vientre.
hoy quiero celebrar la aurora de la carne
y los barcos que arriban a las islas.
ya siempre el universo es transparente
y las rocas revientan de entusiasmo.

Modesto Calderón
(el bosque, 2015)

viernes, 22 de mayo de 2015

Rojo sol, que con hacha luminosa

                    Ciervos junto a un lago, Carl Frederic Aagaard (1888)

     Rojo sol, que con hacha luminosa
coloras el purpúreo y alto cielo:
¿hallaste tal belleza en todo el suelo,
que iguale a mi serena Luz dichosa?
 

     Aura süave, blanda y amorosa,
que nos halagas con tu fresco vuelo:
cuando se cubre del dorado velo
mi Luz, ¿tocaste trenza más hermosa?


     Luna, honor de la noche, ilustre coro
de las errantes lumbres y fijadas:
¿consideraste tales dos estrellas?
 

     Sol puro, aura, luna, llamas de oro,
¿oísteis vos mis penas nunca usadas?,
¿visteis Luz más ingrata a mis querellas?


Fernando de Herrera
(1534-1597)

sábado, 16 de mayo de 2015

Bella es mi ninfa si los lazos de oro

          Clemence Isaure, Jules Joseph Lefebvre (1834-1912)

Bella es mi ninfa si los lazos de oro
al apacible viento desordena;
bella, si de sus ojos enajena
el altivo desdén que siempre lloro;

bella, si con la luz que sola adoro

la tempestad del viento y mar serena;
bella, si a la dureza de mi pena
vuelve las gracias del celeste coro.
 

Bella si mansa, bella si terrible,
bella si cruda, bella esquiva, y bella
si vuelve grave aquella luz del cielo;

cuya beldad humana y apacible

ni se puede saber lo que es sin vella,
ni vista entenderá lo que es el suelo. 

Francisco de la Torre
(h. 1534-h. 1594)

lunes, 11 de mayo de 2015

Canción V (Ode ad florem Gnidi)

            Calíope enseñando a Orfeo, Alexandre-Auguste Hirsch (1865)

Si de mi baja lira
tanto pudiese el son, que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento,

y en ásperas montañas
con el süave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese,
y al son confusamente los trujiese:

no pienses que cantado
seria de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido,

ni aquellos capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
por quien los alemanes,
el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados;

mas solamente aquella
fuerza de tu beldad seria cantada,
y alguna vez con ella
también seria notada
el aspereza de que estás armada,

y cómo por ti sola,
y por tu gran valor y hermosura,
convertido en vïola,
llora su desventura
el miserable amante en tu figura.

Hablo de aquel cativo
de quien tener se debe más cuidado,
que está muriendo vivo,
al remo condenado,
en la concha de Venus amarrado.

Por ti, como solía,
del áspero caballo no corrige
la furia y gallardía,
ni con freno la rige,
ni con vivas espuelas ya la aflige;

por ti con diestra mano
no revuelve la espada presurosa,
y en el dudoso llano
huye la polvorosa
palestra como sierpe ponzoñosa;

por ti su blanda musa,
en lugar de la cítara sonante,
tristes querellas usa
que con llanto abundante
hacen bañar el rostro del amante;

por ti el mayor amigo
le es importuno, grave y enojoso:
yo puedo ser testigo,
que ya del peligroso
naufragio fui su puerto y su reposo,

y agora en tal manera
vence el dolor a la razón perdida,
que ponzoñosa fiera
nunca fue aborrecida
tanto como yo de él, ni tan temida.

No fuiste tú engendrada
ni producida de la dura tierra;
no debe ser notada
que ingratamente yerra
quien todo el otro error de sí destierra.

Hágate temerosa
el caso de Anaxárete, y cobarde,
que de ser desdeñosa
se arrepintió muy tarde,
y así su alma con su mármol arde.

Estábase alegrando
del mal ajeno el pecho empedernido
cuando, abajo mirando,
el cuerpo muerto vido
del miserable amante allí tendido,

y al cuello el lazo atado
con que desenlazó de la cadena
el corazón cuitado,
y con su breve pena
compró la eterna punición ajena.

Sintió allí convertirse
en piedad amorosa el aspereza.
¡Oh tarde arrepentirse!
¡Oh última terneza!
¿Cómo te sucedió mayor dureza?

Los ojos se enclavaron
en el tendido cuerpo que allí vieron;
los huesos se tornaron
más duros y crecieron
y en sí toda la carne convirtieron;

las entrañas heladas
tornaron poco a poco en piedra dura;
por las venas cuitadas
la sangre su figura
iba desconociendo y su natura,

hasta que, finalmente,
en duro mármol vuelta y transformada,
hizo de sí la gente
no tan maravillada
cuanto de aquella ingratitud vengada.

No quieras tú, señora,
de Némesis airada las saetas
probar, por Dios, agora;
baste que tus perfetas
obras y hermosura a los poetas

den inmortal materia,
sin que también en verso lamentable
celebren la miseria
de algún caso notable
que por ti pase, triste, miserable.


Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536)

sábado, 9 de mayo de 2015

Tus ojos

                       Casa en la Costa de Capri, Bernardo Hay (1864-1935)

Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas, 

pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea, 

páramo.

Octavio Paz
(Libertad bajo palabra, 1935-1957)

martes, 5 de mayo de 2015

El remordimiento

    Mar del Norte bajo la luz de la luna, Caspar David Friedrich (1823-1824)

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.


Jorge Luis Borges
(La moneda de hierro, 1976)

viernes, 1 de mayo de 2015

Libro de familia

               Hombre leyendo, John Singer Sargent (1856-1925)

Hoy que tú y yo
no somos todavía nosotros.
Hoy que aún
no está claro
qué busco
y dónde voy.
Hoy que esperas saber
lo único que importa
de alguien:
lo que nunca sería y lo que es.
Pregunta lo que quieras.
Te contaré mi historia,
día a día
y de principio a fin.

He aprendido a nadar en los libros de Conrad;
a huir en los poemas de Vallejo y Rimbaud.
Hablo cualquier idioma. Viví en todas las épocas.
Me llamaban Machado:
mi tumba está en Collioure.

Lo que sé de la muerte, me lo enseñó Quevedo.
Mi nombre es Anna Ajmátova;
mi nombre es Sylvia Plath.
He luchado con Frankenstein,
Drácula
y los franceses,
y naufragué con Gulliver y Robinson Crusoe.

Crucé a caballo América junto a Pablo Neruda.
Vine a España con Hemingway en la Guerra Civil.
He visto un hombre-lobo y una ballena blanca.
Compartí con Cervantes las mazmorras de Argel.

He jugado en la India con panteras que hablaban.
Vi en un bosque los tigres rojos de William Blake.
Dejé sobre la nieve pasos de hombre invisible.
He dormido en Comala, Oz y Nunca Jamás.

Viajé del Mississippi de Mark Twain hasta Ítaca,
la Isla del Tesoro,
la Esfinge de Gizeh...
He sido dios en Roma, héroe en Grecia y mendigo
en el Londres de Dickens y el Madrid de Galdós.

Mientras hablaba Góngora, existió Polifemo.
Borges puso en mis manos la esfera del Aleph.
He llevado en mi dedo el anillo de Tolkien.
Navegué siete mares al lado de Simbad.

Quise ser Isak Dinesen en las selvas de África;
en Moscú, Boris Pasternak y Lorca en Nueva York;
y un marinero rubio en brazos de Cernuda;
y el hombre que quisiera a Madame Bovary.

Si algo sé de la gente real, lo he aprendido
de Hamlet o Jane Eyre; Don Juan o Robin Hood;
Ligeia me dio el miedo; Ulises, la aventura;
Heathcliff me enseñó el odio; D'Artagnan, el valor.

En los versos de Alberti escuché a las sirenas.
Kafka me llevó a Praga, Victor Hugo a París.
He bajado al infierno con Dante, y con Ovidio
me he transformado en lluvia, en el eco, en laurel...

Sufro como Pavese; fumo al modo de Auden;
sonrío como Anne Sexton; bebo igual que Verlaine;
Rilke me hizo viajero y Paul Éluard de izquierdas;
Pessoa me ha enseñado a fingir que soy yo.

Ésa también ha sido mi familia,
como tú vas a serlo
de todos los que lean y no olviden
los poemas
                        que ahora
                                             escribo
                                                            para ti.

Benjamín Prado
(Ya no es tarde, 2014)
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