jueves, 30 de mayo de 2013

La más bella niña

  
  Exterior del Puerto y Bahía de Bilbao con Punta Galea, Juan Martínez Abades (1903)

     La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,

viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:

    Dejadme llorar
orillas del mar
.

    Pues me diste, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
y me cautivaste
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,

    Dejadme llorar
orillas del mar
.

    En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz,

    Dejadme llorar
orillas del mar
.

    No me pongáis freno
ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar,

    Dejadme llorar 

orillas del mar.

    Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces,
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?

    Dejadme llorar 

orillas del mar.

    Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad.

    Dejadme llorar 

orillas del mar.

Luis de Góngora
(1561-1627)

lunes, 20 de mayo de 2013

Ausencia

        Sirena, John William Waterhouse (1900)

Guardo una sirena
bajo la piel
que me envuelve
y protege.
Tumbada en el sofá
me pellizco un plieguecito
y tiro.
Uno por aquí,
otro por allá.
Ahora que tú no estás
para corregirme
el vicio
y decir que me dolerá,
que escocerá,
que me quedará marca.
Es tan hermosa que no ceso
de mirarla,
de asomarme a ella.
Sigo dejando charcos,
charquitos de agua salada
por si vuelves a buscarme
para que esta dermis
no te engañe
y este olor
no te confunda
y este llanto
no te espante.
Para que me reconozcas
sin tener que arrancarme
la piel a jirones
y desaparezca este vicio.
El dolor.
Este escozor
que solo deja marca.


Vega Cerezo
(La sirena dormida, 2010)

miércoles, 15 de mayo de 2013

El viaje del sonámbulo


Dentro del viaje del sonámbulo
miles de universos cruzan por mi habitación.
Las calles rozan las estrellas,
brilla con ellas mi imaginación.

Dentro del bosque laberíntico
ecos de tu voz me desorientan por dentro.
Busco la forma de acercarme a ti,
cuanto más lo intento más me alejo.

Quedan tantos viajes,
tanto por recorrer soñando.
Quedan tantas noches,
tanto por resolver esperando.

Dentro del viaje del sonámbulo
freno con mi escudo los relámpagos.
Intento con mis pies de plomo
dar el paso a mi salvación.

Dentro del fondo del océano
busco una compuerta hacia mi habitación.
Si no consigo estar de vuelta
cuando amanezca
no sabré quién soy.

Quedan tantos viajes,
tanto por recorrer soñando.
Quedan tantas noches,
tanto por resolver esperando.

Marcos Casal Cao, La sonrisa de Julia
(El viaje del sonámbulo, 2013)

  Nuestros amigos de La sonrisa de Julia han publicado El viaje del sonámbulo, del que extraemos esta canción: disfrutadla.

jueves, 9 de mayo de 2013

Te quiero

    Interior con pareja y biombo, Félix Vallotton (1865-1925)

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. 

Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?

Jaime Sabines
(Diario semanario y poemas en prosa, 1961)
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